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Mostrando entradas de febrero, 2019

Jugada de ajedrez

Jugada de ajedrez Noventa y siete, noventa y ocho, noventa y nueve, cien. Juan acomodó el último carrito de juguete en el armario. Era la colección completa de autos hot weels que le habían traído en su onceavo cumpleaños. Juanito!, desde el patio su abuelo lo llamaba. Estaba sentado detrás de una mesa de jardín. Sobre esta estaba dispuesto un tablero de ajedrez. Las negras se defendían con solo el rey, una torre y un peón. Las blancas atacaban con la reina y dos alfiles. Era el turno de las blancas. El abuelo nervioso observaba el juego. Juan se sentó a la mesa. Por un momento ambos se miraron a los ojos. La suerte estaba echada. Juan avanzo la reina, su alfil la protegía, fue un movimiento premeditado. Jaque. El abuelo intentó huir del peligro. De inmediato movió su rey y lo saco del peligro. En un segundo movimiento Juan arremetió nuevamente con su reina, esta vez era definitivo. Fatal. Jaque Mate. Lleno de coraje el abuelo miro el tablero, tomo las piezas y las tiro al

El sueño

El sueño Eran las dos de la mañana. Abrí los ojos. Digo abrí porque aunque los tenia cerrados no había dormido. Lleno de angustia y ansiedad decidí poner fin a mi situación. Ya me había sucedido antes, pero esta vez haría algo. Si, pensé en el suicidio. Como realizarlo era mi duda, Quizá con una soga. Había que buscar soga de buena calidad, no esas que están llenas de nudos y que me podrían dañar la piel al colgarme. Era mejor opción una pistola. Solo que había la teoría de que el ser humano sigue vivo unos seis segundos después de un impacto en la cabeza, quizá más, quince segundos, suficientes estos para ver yo mismo mis sesos esparcidos sobre la alfombra. Sería terrible tener que ver como se arruina una alfombra tan fina. Regalo de mi tía Anita. Era mejor opción las pastillas. Podría tomar Rivotril, pastillas para el sueño y quizá jarabe para la tos. De los tres el jarabe me gustaba su sabor, además era relajante el DXM, que es primo de la heroína. El rovotril seria para p

Los supersabios

Los supersabios Estaba en el patio cuando fui llamado por una de las asistentes del Director. Seguramente ya habían llegado los supersabios. Esa bola de sujetos sabelotodo que enfundados en sus sacos y corbatas presumían saber más que yo. Todo un experto. Tenía más de veinte años de experiencia, como era posible que esos jóvenes egresados de la universidad con sus títulos y sus doctorados supieran más. Cierto es que yo no tenía terminada la universidad, pero tenía la experiencia necesaria y había leído más libros que todos ellos juntos. Uno de los guardias me dio acceso al edificio. Camine por un pasillo sin ventanas. Llegue a la sala de juntas y ahí estaban. Detestaba estas reuniones semanales. Era un desperdicio de tiempo estarlos escuchando, no ver ningún avance en ellos. Cada mes nos reuníamos. Los escuchaba porque así me lo sugería el director, que era muy amigo mío. Había ocasiones que su discurso era tan aburrido que yo terminaba por quedarme dormido. Algunas o