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Mostrando entradas de noviembre, 2018

La vida en la tierra

La vida en la tierra Cuenta la historia que en un principio la Tierra no tenía vida, los organismos verdes que pueblan la tierra con sus hojas, los que llámanos PLANTAS no estaban, tampoco el líquido transparente que esta sobre mares y ríos, no existía el AGUA. En los mares no existían tampoco los animales que nadan y que sirven de alimento llamados PECES. Sobre la superficie de la tierra no había tampoco seres que caminaran sobre ella, no había roedores que comen hierba como los CONEJOS, tampoco había animales sobre los que montar como los CABALLOS ni animales de carga que ayudan en las labores del campo como los BURROS. No había sembradíos, no había cosechas entonces no había SEMILLAS y no se tenían cosechas. Un día eso cambio, del cielo cayo un enorme roca llena de fuego, era un METEORITO que por dentro contenía mucha AGUA. Los METEORITOS viajan por todo el SISTEMA SOLAR. En su viaje recorren muchos PLANETAS. Este METEORITO traía AGUA, y esa AGUA ayudo a que hubiera MARES y es

La secta

La secta Me considero intelectual, a veces inteligente. Con ideas diferentes. Por ejemplo creo que las drogas deberían ser permitidas. He llegado a tener problemas por eso. Tiendo al sarcasmo. Tengo problemas para hacer nuevos amigos, y cuando lo logro muchas veces no son los amigos adecuados. Desde niño me juntaba con los peor portados. Los que pasaban horas en la oficina del director. Los que no respetaban las reglas, los que traíamos el pelo largo, fumábamos en los baños y escuchábamos música a todo volumen en una grabadora Sayo con ocho pilas allá por los ochentas. Siempre he sido un miedoso. Me imagino siendo el héroe de una película, salvando al planeta. Rescatando un cargamento de uranio. Volando un avión de combate evitando una catástrofe.   A veces creo que lo podría hacer. Como cuando me enrole en esa secta secreta. Javier, mi amigo y compañero de trabajo hablaban con Héctor en el baño. Te digo que el sábado serán las votaciones. Silencio, dijo Héctor al verme. Los muy

Augusto y Eleonora

Augusto y Eleonora Era mediodía. Eleonora despertó. ¿Qué hora es? Es temprano, respondió Augusto, quien tomó su almohada, cuidadosamente la colocó debajo de la espalda de ella. Por la ventana del avión podía verse el paisaje. Las colinas llenas de nieve, a lo lejos más montañas con manchones en verde y ocre y una luz que brillaba sobre ellas, parecían ser dibujadas por un caprichoso artista. Eleonora emitió un leve quejido, ¿Aun te duele? Preguntó Augusto. Un poco. Puedes tomar otra pastilla. ¿Aún tenemos? Si, recuerda que la señora del doce nos regaló una caja. Ella hizo un leve quejido, se incorporó un poco en su asiento. Estaban sentados en la fila catorce ¿Sabes porque no hay fila trece en los aviones?, dijo Augusto. ¿Por qué es de mala suerte? Ambos rieron. Oye, y ¿la señora del doce? No querrás saberlo, se tuvo que ir. Sí, que mal. Olía terrible. Ni lo digas. Ayer en la noche la sacaron. Hoy ya descansa. ¿Y nosotros?, ¿y yo? Nosotros aquí estaremos, vamos a llegar a Santiago,

El Regalo

El Regalo José sacó de la habitación una bolsa negra. En el patio de tierra había un tambo grande de basura. Tiró la bolsa en el tambo. Entonces tomó una cubeta, la llenó con agua, puso en ella jabón y entró de nuevo al cuarto, trapeó lo mejor que pudo. Le pagaban a veinte pesos la limpieza de cada cuarto; si lo trapeaba eran cinco pesos más. Por limpiar los baños y la pista no cobraba nada, a cambio de eso doña Chuy le dejaba dormir en un colchón viejo con manchas de orines. En la mañana le daba de comer huevos o chilaquiles y por la tarde cocido de res, o pozole, lo que hubiera del día. Doña Chuy lo despertaba temprano. José, muchacho flojo ya es hora, son las diez de la mañana. Su trabajo empezaba con los baños, sacaba los papeles, echaba agua con cloro y lavaba el piso. Barría y trapeaba la pista de baile, tiraba a la basura colillas de cigarro, fichas y latas de cerveza. Le gustaban las putas. Pasaba tiempo espiándolas por la luz que sale de las rendijas de las puertas. Jos

Cordelia

Desperté. Estaba en mi habitación. Me pregunté que me había despertado. La causa de todo eran unos ruidos. Tocaban a la puerta. Bajé las escaleras. ¿Quién es?, pregunte con temor. Nadie contesto. Decidí regresar a mi habitación. Soy yo. Era un timbre de voz bastante familiar. ¿Eres Cordelia? Pregunte tímido. Sí, soy yo. Porque no lo dijiste. Abrí la puerta. Pasa, pasa. En su mano traía una sombrilla. Olvide preguntar para que era la sombrilla a las tres de la mañana. Toma asiento, dije. Ella guardo su sombrilla y se sentó en un sillón. Enfrente en una mesa estaba una caja de música china. Ella miró la caja. -       Es bonita. -       Es china le comente. -       ¿Y sirve? -       Por supuesto   Entonces fui donde la pequeña caja. La abrí. Le di cuerda, Gire la perilla y la solté. Se empezó a escuchar la música. -       Oh –dijo- ¿Acaso es? -       Sí, es balada para Adelina. -       Hermoso -       Lo es. La música se detuvo, Ella miro la caja. -       Cordelia

Clases de piano

La cafetera empezó a silbar. Permíteme yo sirvo. Él se levantó y apago la estufa. Tomo la cafetera y vacío el agua caliente; primero en la taza de Ana, después en la de él. Déjame prepararte tu café, dijo. Le puso una cucharada de café y una de azúcar. Después se sirvió el, se puso una cucharada de café y dos de azúcar. Vacío agua caliente y todo se mezcló en un solo paso. ¿Crees que estoy tomando mucha azúcar? Déjame decirte que he tratado de tomar menos. Le acerco a ella su café. Pruébalo y si le falta azúcar me dices. Ella tenía la mirada perdida en la ventana. ¿Aún la extrañas?, le dijo. Creo que ya no la necesitábamos más, no crees. Ya no estés triste, estaremos mejor. Mira. Encendió la radio. Que pasará que misterio habrá, puede ser ni la noche. Cantaba Rafael. Él se levantó. Hizo unos movimientos de baile. Casi de robot. Nunca he sido un buen bailarín, lo sé. ¿Qué dices? No es necesario que te levantes, sigue sentada. Y al despertar que mi vida será, puede ser ni la noche. Se